FECHA DE HOY

sábado, 21 de abril de 2007

Atención a la diversidad: una realidad positiva en nuestras aulas

Toda escuela representa, en su esencia, un reflejo de nuestra sociedad. Negar esa realidad y no contemplar la diversidad que surge en las aulas lleva inevitablemente a desatender las necesidades educativas de nuestros alumnos.
Incluso sin entrar en un punto de vista socio-económico y cultural cada alumno es único ya de por si; tiene su ritmo de aprendizaje y presenta unas capacidades y motivaciones propias. De allí que toda acción educativa deba partir de esta premisa para que cada alumno desarrolle al máximo sus capacidades.
En este sentido el profesor no sólo debe velar para que sus alumnos consigan dominar las competencias curriculares básicas exigidas para cada etapa, también debe favorecer en su acción educativa el crecimiento y la estabilidad emocionales, la integración real en sus aulas de aquellos niños con necesidades educativas especiales y fomentar la tolerancia con espacios de pluralismo, comprensión y solidaridad.
¿Pero cómo es posible atender a tantas diferencias?
La atención a la diversidad implica la concienciación y la cooperación de toda la comunidad educativa y el despliegue de aquellas medidas específicas; ya sean organizativas, metodológicas, curriculares o evaluativas, que lleven a la consecución de los objetivos establecidos.
La constitución de una comisión de atención a la diversidad y la creación y puesta en práctica de un plan de atención suele favorecer el proceso, ya que con ello se concretan y organizan los recursos profesionales (tutor, maestro de educación especial, psicopedagogo, equipo directivo) y se da respuesta a los distintos ámbitos de actuación (el qué, el cómo al cuando y el porqué de cada atención específica)
Experimentar en agrupamientos flexibles, primar la atención “personalizada”, aprovechar las tutorías como instrumentos de acercamiento a las familias, potenciar jornadas o semanas interculturales, aprovechar las nuevas tecnologías, son algunos recursos organizativos y metodológicos al alcance de todos nosotros. Por otro lado la intervención del maestro de educación especial dentro del grupo clase, siempre que sea posible, es preferible a la segregación del alumno con dificultades graves al aula especial.
La diversidad, más que un aspecto negativo de nuestras aulas debe ser valorada como un hecho incuestionable y positivo, así como una experiencia de mejora y crecimiento, tanto individual como interpersonal.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Agelluz, comparto totalmente tus palabras.
La escuela a la que si Dios quiere ira Facundo, respeta justamente esto de la diversidad. Mi preocupacion era la falta de autonomia de Facu para trasladarse y a pesar de ser una escuela "normal" ellos tienen como valor la diversidad y en primer grado son parte del grupo dos chicos que utilizan sillas de rueda.
Me encanto!
Un beso
Vivi Doni

Anónimo dijo...

Querido amigo AngelLuz: Qué hermoso es tu pensamiento... y me dejó sintiendo cuánto hay por hacer en este mundo lleno de "individualidades"...
Gracias por ayudarnos a reflexionar!

Cálidos saludos!!!!!

Viviana Degano.-

Anónimo dijo...

Querido Angelluz:
Deseo de todo corazón que puedas seguir apoyando de la forma en que lo haces a las personas con capacidades diferentes. Entiendo mucho de lo que describes porque en varias ocasiones me he visto en circunstancias que me hacen diferente. De hecho cuando tenía como cinco años estuve un buen tiempo sin caminar y al igual que Nachito comenta, para mí era una gran distracción ver a los demás jugar, correr, hablar, relacionarse... aunque yo no pudiera hacerlo.
El amor por la lectura que manifiesta Nachito lo comprendo muy bien. Para mí también era fiesta cada vez que podía accesar a un libro. También a través de los libros se sueña, se vive y se mantiene la fe. Es como vivir una vida alternativa que da vida a la propia sin importar las circunstancias en las que uno se encuentra. A través de la lectura también se aprende a sentir, a comprender y amar.
Un libro resulta un excelente amigo, apoyo y consuelo cuando la realidad puede no satisfacernos como quisiéramos.
Una de las actividades que a mí me gustaba hacer cuando estaba hospitalizada (he estado hospitalizada muchas veces en mi vida por diferentes razones. Llevo 14 operaciones) era leer en voz alta a los pacientes que no tenían visita y que no podían moverse. La mutua compañía a través de la lectura es un recurso sanador. Tal vez estas sean algunas de las muchas razones por las cuales me gusta laborar como bibliotecaria.
Ciertamente también soy una persona sensible -a veces demasiado-, pero esto me permite comprender el dolor de mi prójimo y también me permite amar intensamente aquellas cosas que la vida nos da pródigamente. El viento, el olor del pasto, de las flores, el color del cielo, la frescura del agua. La naturaleza nos regala caricias invaluables.
Cuando se está enfermo y en cama es sumamente gratificante ver a través de la ventana un cielo azul mientras se contempla como las nubes se desplazan apacibles o ver como se mueven las copas de los árboles mientras las mueve el viento. Se agradece el agua fresca que podemos beber o tibia y tierna cuando refresca y relaja los músculos adoloridos o la música del canto de los pájaros cuando festejan el nuevo día. Todo ello es vida que transmite vida y entra por el cuerpo en cada respiración.
El Señor ha sido Misericordioso conmigo porque de un modo o de otro he podido superar muchas situaciones de conflicto en mi vida y agradezco infinitamente poderme mover con libertad.
Que el Señor te colme de millones de bendiciones y siempre te de la sabiduría para seguir ejerciendo tu carrera con tanto amor como lo haces.
Raquel de Jesús.