Atención a la diversidad: una realidad positiva en nuestras aulas
Toda escuela representa, en su esencia, un reflejo de nuestra sociedad. Negar esa realidad y no contemplar la diversidad que surge en las aulas lleva inevitablemente a desatender las necesidades educativas de nuestros alumnos.
Incluso sin entrar en un punto de vista socio-económico y cultural cada alumno es único ya de por si; tiene su ritmo de aprendizaje y presenta unas capacidades y motivaciones propias. De allí que toda acción educativa deba partir de esta premisa para que cada alumno desarrolle al máximo sus capacidades.
En este sentido el profesor no sólo debe velar para que sus alumnos consigan dominar las competencias curriculares básicas exigidas para cada etapa, también debe favorecer en su acción educativa el crecimiento y la estabilidad emocionales, la integración real en sus aulas de aquellos niños con necesidades educativas especiales y fomentar la tolerancia con espacios de pluralismo, comprensión y solidaridad.
¿Pero cómo es posible atender a tantas diferencias?
La atención a la diversidad implica la concienciación y la cooperación de toda la comunidad educativa y el despliegue de aquellas medidas específicas; ya sean organizativas, metodológicas, curriculares o evaluativas, que lleven a la consecución de los objetivos establecidos.
La constitución de una comisión de atención a la diversidad y la creación y puesta en práctica de un plan de atención suele favorecer el proceso, ya que con ello se concretan y organizan los recursos profesionales (tutor, maestro de educación especial, psicopedagogo, equipo directivo) y se da respuesta a los distintos ámbitos de actuación (el qué, el cómo al cuando y el porqué de cada atención específica)
Experimentar en agrupamientos flexibles, primar la atención “personalizada”, aprovechar las tutorías como instrumentos de acercamiento a las familias, potenciar jornadas o semanas interculturales, aprovechar las nuevas tecnologías, son algunos recursos organizativos y metodológicos al alcance de todos nosotros. Por otro lado la intervención del maestro de educación especial dentro del grupo clase, siempre que sea posible, es preferible a la segregación del alumno con dificultades graves al aula especial.
La diversidad, más que un aspecto negativo de nuestras aulas debe ser valorada como un hecho incuestionable y positivo, así como una experiencia de mejora y crecimiento, tanto individual como interpersonal.